El Gobierno marca un nuevo hito en su historia de despropósitos al pactar con ERC una “recentralización” fiscal con el único objetivo de castigar a la Comunidad de Madrid por su política de reducción de impuestos. Si el propósito de Sánchez fuese acabar con las desigualdades fiscales entre regiones, lo lógico sería fijarse en el ejemplo que viene dando Madrid como un modelo de moderación tributaria que le ha convertido en motor de la economía española, acompañado paradójicamente de un mayor índice de recaudación fiscal y de aportación al equilibrio solidario. Madrid se ha convertido en una referencia de política económica enfocada en el estímulo fiscal de las inversiones como mejor instrumento para generar empleo, frente a las políticas recaudatorias del socialismo que suelen asfixiar a las clases medias. Hace años que la Comunidad madrileña suprimió el impuesto de sucesiones, donaciones y de patrimonio en contra de lo que han hecho otras regiones donde son numerosos los casos de renuncia a las herencias familiares ante los gravámenes impositivos.
Pero el gobierno, lejos de bajar impuestos para luchar con más eficacia contra la crisis económica, como ocurre en nuestro entorno europeo, plantea en los presupuestos una importante subida y además ataca a las comunidades autónomas que tratan de aliviar la fiscalidad en el marco de sus competencias constitucionales. El tándem Sánchez-Iglesias apuesta por igualarnos en la pobreza.
