Gran Señor del cine y el teatro francés, Michel Piccoli falleció el pasado 12 de mayo, a los 94 años, según informó cinco días más tarde su familia a la Agencia France Presse (AFP) víctima de un «accidente cerebral». Deja tras si la leyenda de una carrera excepcional, entre los más grandes actores de su tiempo.
Hijo de un padre violinista de origen italiano y de una madre pianista, francesa, Piccoli creció en un barrio popular, en los alrededores de la plaza de la Bastilla, a la que siguió siendo fiel durante toda su vida, incluso durante sus años de coqueteo con la izquierda muy «radical chic» de Saint-Germain-des-Pres.
Descubrió el teatro como niño solitario, entre los 8 y 9 años, consagrándose desde poco más tarde a su vocación con una determinación absoluta.
Comenzó siendo un gran actor de teatro, que hizo carrera en las grandes compañías francesas de los años 60 del siglo pasado, interpretando obras de la vanguardia histórica, Samuel Beckett, Ionesco, entre otros. Su gran referencia teatral de la época quizá sea el director Peter Brook. Hasta su primera consagración, interpretando un Don Juan para la tv, llamado a sembrar una leyenda sulfurosa.
Su encuentro con Luis Buñuel, en 1956, tuvo una importancia capital. El segundo genio del cine español (después de Goya, según Carlos Saura) le hizo interpretar papeles muy mayores en media docena de obras maestras. Siguió una carrera cinematográfica excepcional, con los más grandes esencialmente franceses: Jean-Pierre Melville, Louis Malle, Jean-Luc Godard, Claude Chabrol, Raoul Ruiz, René Clément, Resnais, Alain Cavalier, Jacques Demy, Marco Ferreri, Manoel de Oliveira, y otro gigante patriarcal, Sir Alfred Hitchcock.
Consagrado con una celebridad sulfurosa, por la ironía cruel, la «frialdad», incluso la «maldad» y «grosería» de muchos de sus personajes, a los que adoraba «destruir» con evidente malevolencia, Piccoli inició a partir de los años 80 del siglo pasado una nueva carrera, intentando ayudar a jóvenes y menos jóvenes directores, de Jacques Doillon a Leos Carax.
Instalado en el podio de los grandes señores, Piccoli siguió «cambiando», sin cesar. Volvió al teatro con Peter Brook, para encarnar uno de los grandes personajes de Chejov en «El jardín de los cerezos». Volvió al cine a los 90 años, cuando Manoel de Oliveira, a los 106 años (¡!) Le pidió volver a trabajar juntos.
Ese compromiso absoluto con el gran arte de la interpretación fue compatible con muchos otros compromisos. Una vida matrimonial muy agitada, con tres matrimonios sucesivos, con Éléonore Hirt, Juliette Greco y Ludivine Clerc. Un «acción cívica» siempre teñida con «excesos» que no siempre fue fácil saber si eran «genuinos» o «teatrales». Hasta el fin, con la elegancia de una ironía no siempre feroz y sarcástica.
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