Pedro Sánchez ya es presidente. 167 votos a favor, 165 en contra y 18 abstenciones. Nunca estas últimas -de ERC y Bildu- tuvieron más valor. Sin ellas la investidura no habría salido adelante. No hubo cambios en el sentido de voto, todos los diputados, de uno u otro signo, se mantuvieron en sus trece. El fantasma de un supuesto tamayazo se diluyó en cuestión de segundos y demostró ser una falsa amenaza. Sánchez ha obtenido el respaldo de PSOE, Unidas Podemos, PNV, BNG, Nueva Canarias, Más País, Compromís y Teruel Existe. El rechazo ha llegado de manos de PP, Vox, Ciudadanos, Coalición Canaria, PRC, CUP, Navarra Suma y Foro Asturias. Sánchez anunciará en breve su Gobierno bipartito y, aunque sea con un discurso distinto al que se presentó a las elecciones, ocupará La Moncloa con todas las de la ley.
El nuevo presidente ha prometido hoy «buscar mayorías de Gobierno» para sacar al país de los largos meses de bloqueo y empantanamiento. Sánchez se estrena dando por hecho que conforma el Ejecutivo que los españoles quieren. Su Gobierno es «progresista e inédito, la única opción posible», y el resto es una «coalición variopinta que sólo bloquea y únicamente propone el no».
La suya es «la opción que obtuvo la victoria el pasado 10-N» y es «la expresión de la voluntad popular», ha asegurado. En definitiva, su oferta es la del bloqueo frente a los adversarios que únicamente plantean «terceras elecciones».
Sánchez en su último discurso en el Congreso antes de ser investido ha acusado a la derecha de «cambiar de pretexto continuamente para ganar tiempo» y ha obviado sus permanentes cambios de discurso y de promesas. Con ello ha suscitado las protestas airadas del PP y ha calentado el ambiente: «Pueden seguir en el berrinche o aceptar el resultado», les ha espetado.
«No se puede construir nada positivo desde la frustración y la amargura», les ha recomendado.
A continuación, Sánchez ha desgranado las que serán, sin duda, las primeras decisiones de su Ejecutivo: subir el SMI, las pensiones, el sueldo de los funcionarios. Su lista ha sido larga abundando en las medidas sociales que serán «para todos y para todas». Su Gobierno «ensanchará la libertad», ha recalcado.
«Todos sin distinción de ideologías, todos se beneficiarán por igual» y, además, ha rematado, todo, incluidos los cambios territoriales, se harán «con respeto a la Constitución».
Pedro Sánchez ha asegurado que creará un «clima constructivo», que se superara la «atmósfera tóxica, de crispación y de irritación que la derecha» ha traído a la Cámara. Y ha finalizado parafraseando a quien fue presidente de la República Manuel Azaña: «Nadie tiene derecho a patrimonializar el patriotismo».
Pablo Casado, líder de la oposición, subió a la tribuna entre aplausos de los suyos y acompañados por salvas al Rey. Y es que el jefe del PP abrió su discurso elogiando al Monarca y recordando a las víctimas del terrorismo. «La democracia española ha tenido dos grandes enemigos: los terroristas y los golpistas y usted», ha dicho mirando directamente a Sánchez, «pone hoy el Gobierno en sus manos».
Casado ha puesto de manifiesto que el Ejecutivo que ahora se conformará está trenzado con los mimbres que Sánchez negó rotundamente durante la campaña electoral. «Desbordará el régimen del 78», ése, según el líder popular, es el precio que el socialista ha pagado para ser presidente. «Ultra es usted», ha dicho condenándolo, «porque ha superado todo los límites». «Su única patria es usted», ha remachado.
El dilema al que se enfrenta el nuevo Gobierno es, ha vaticinado, «o aceptar romper España o que le echen». En definitiva, o asumir las demandas del independentismo o caer. Gabriel Rufián, portavoz de ERC, ya lo advirtió en la primera jornada del debate.
También Casado finalizó citando a Azaña y devolviéndole con ello el guante a Sánchez: «Yo les tolero que ataquen la república, pero no que ataquen a España».
Santiago Abascal, líder de Vox, ha abierto su intervención condenado el «repugnante asesinato» cometido ayer por un hombre contra su mujer y su hija de tres años y ello le ha dado pie para defender sus propuestas contra la «violencia doméstica» y a favor de la cadena perpetua para este tipo de delitos, incluidos los de índole sexual. Abascal ha utilizado los primeros minutos de su discurso para ahondar en uno de los mensajes que más prende en su electorado.
Después, entrando en la materia de la jornada, ha acusado a Sánchez de «querer presidir un Gobierno ilegítimo» que ha «utilizado las instituciones para ganar las elecciones» y que estará integrado por «comunistas con vínculos con teocracias y narcodictaduras y que cuenta con el beneplácito de ETA».
Abascal ha acusado a los socialistas de estar dando «un golpe institucional» y ha terminado con las mismas palabras que ha usado Casado, ésas con las que Azaña reconvino a sus propios correligionarios. Antes de bajar de la tribuna: «Viva el Rey, Viva España».
Pablo Iglesias, futuro miembro del nuevo Gobierno, con tono solemne ha levantado aplausos leyendo un mensaje de Rosa Lluch, hija de Ernest LLuch, apostando por el «diálogo». Iglesias se ha puesto ya el traje de vicepresidente y se ha dirigido a la Cámara como tal hablando de los planes que pretende impulsar. El próximo Gobierno, ha asegurado, defenderá el derecho de todos «a emocionarse con los símbolos que quieran», y se ha referido a la educación, a la sanidad como si fueran derechos que ahora no existen.








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