
Hace unos meses, cuando escribo esto concretamente ocho, sufrí un cambio en mi vida. Cambio decidido por mí y forzado por la situación insostenible que estaba viviendo dónde mi salud mental se empezaba a resentir y no podía permanecer ni un día más en ese ambiente laboral.
Dimití del trabajo en el que había pasado quince años, una escuela infantil donde en ese último curso tuve el cargo de directora. La versión más corta de porqué decidí dimitir sería que la política de organización y el perfil de directora que allí consideraban que era el idóneo iba en contra de todos mis principios.
Y ahora viene la versión larga:

Lo que a continuación voy a contar no se considera ilegal pero sí es inmoral e inhumano bajo mi punto de vista y ya que la única denuncia que puedo hacer es pública pues la hago, porque pienso que callarme lo que he vivido es irresponsable por mi parte, porque mí silencio me hace cómplice de las injusticias que he presenciado y da más poder a los que las ejecutaban.
Con la dirección de la empresa me reuní tres veces. Una primera para dimitir y explicar mis razones claramente. Una segunda vez fue después de una reunión con el personal para comunicarles mi decisión y volví a hablar con la dirección recalcándole mi postura y mis motivos, finalmente la tercera ocasión en la que me reuní fue solicitado por mí para comentar y aclarar un tema.
En las tres veces ¿sabéis cuál fue la frase más veces pronunciada por la dirección? Que era normal lo que me había pasado y lo que sentía porque yo era muy buena persona. Frase sin lógica alguna, como consecuencia de la misma hago la siguiente reflexión: entonces ¿cómo debo calificar a la dirección que lleva a cabo esa organización bajo mi criterio inhumana que me hace dimitir? Ellos mismos sin darse cuenta me dieron la respuesta.
Me nombraron directora del centro, pero solo ejercía de tal en lo que a la dirección le interesaba. En lo que no necesitaba que pensara por mí misma tenía que convertirme en una marioneta. Lo hilos se encargaban de moverlos la dirección y una auxiliar del centro. Yo tenía que acatar todas las decisiones que tomaban ambos sobre el resto del personal. La visión de ellos de la vida no tiene nada que ver con la mía, ni compartimos los mismos valores. Nunca he entendido a esas personas que miran todo con maldad, cualquier gesto, palabra o acto le dan un fin malévolo. No comprenden que la vida y la convivencia pueden muchas veces ir bien por sí mismas (otras no), con empatía, escuchando las versiones implicadas y reflexionando. De esta manera se pueden evitar muchos problemas en un ambiente laboral y en la vida en general, que los habrá porque es lo más lógico, pero si nos anteponemos y siempre en lo negativo nada tiene sentido. La vida no es tan complicada.
Se tomaron decisiones y los motivos de las mismas no tenían nada que ver con la realidad que yo estaba viviendo, pero como marioneta yo tenía que estar de acuerdo y hablar con el personal sobre ello. Pero ¡ojo! tenía que expresarme como la dirección y la auxiliar decía, no con mi empatía habitual, porque según ellos así lo mismo no me respetaban. Nada más lejos de la realidad.
Así que corté los hilos y me fui. Desde el comienzo del curso di mi punto de vista de todo y pensaba que explicándoles otra forma de ver las cosas lo entenderían, pero fue una batalla perdida desde el principio y yo no me di cuenta de ahí mi desgaste. Fui sincera siempre, cuando la auxiliar con la que trabajaba codo con codo daba opiniones negativas de las personas que nos rodeaban en nuestra comunidad educativa, cosa que ocurría a diario, yo le planteaba siempre mi punto de vista e incluso bromeábamos sobre ello, porque teníamos criterios totalmente diferentes. Todo el mundo no puede ser malo.
Está claro que cada persona es cómo es y si ella quería pensar así pues libre es, pero cuando sus ideas y opiniones consideradas por la dirección como la verdad absoluta influyen en mi trabajo porque yo pensando lo contrario tengo que darles la razón. Perdona, pero no.
Fue un último curso de película con su espía, cámaras, registros sorpresas de muebles, conspiraciones, vigilancia en Facebook del personal…como para aburrirse.
Todo esto que estoy contando lo hablé primero con las dos partes afectadas: el titular de la empresa, que es el que me refiero cuando digo dirección de la empresa y la auxiliar. En ambas charlas ´por separado ocurrió algo curioso porque coincidieron en reflexiones y actitudes ante mí explicación: ambos terminaron hablando de ellos y se sentían víctimas de sus cargos. Parecía que me comunicaba en otro idioma no estábamos en la misma sintonía lo notaba por las respuestas que me daban. Ninguno negó la existencia de los motivos por los cuáles dimitía, nunca me quitaron la razón, pero no les importaba lo que les decía porque no consideraban que fuera algo perjudicial, simplemente era su forma de trabajar. Estos meses recordando sus palabras me he dado cuenta del fin manipulativo que tenían muchas de ellas.
Tomar la decisión de dimitir ha sido muy difícil para mí, pero sabía y sé que no me arrepentiré en la vida. Mi dolor no fue por dejar esa empresa, yo no quería ser cómplice de sus decisiones y quería dormir sin remordimientos, mi pena era tener que decidir abandonar mi profesión, mi vocación, una parte importantísima en mi vida desde hacía casi veinte años por culpa de algo ajeno a mí en lo que de pronto me vi involucrada. Han sido meses duros, muy duros, por un lado, porque convivir con energías negativas durante tanto tiempo desgasta y deja huella, y por otro lado mis esfuerzos dirigidos a que todo fuera bien, por hacer lo correcto, por no ver a nadie sufriendo también me ha pasado factura y ha sido en vano.
Pienso que para la dirección de la empresa que haya dimitido les habrá supuesto un gran alivio, porque tener a alguien que les cuestione en el cargo de dirección del centro ni les conviene ni les gusta al igual que la auxiliar que ya no tendrá que escuchar mi punto de vista contrario al de ella. No me importa que piensen así porque yo no trabajaba para la empresa yo trabajaba cada año para mi clase para que fuera feliz y el último curso como directora hice todo lo posible para que las familias estuvieran contentas, atendidas y las clases funcionaran y así fue hasta el momento que me fui, a falta de casi dos meses para que terminara el curso porque no podía más ni física ni mentalmente. Y con eso me quedo con mis clases y las familias que siempre formarán parte de mi vida al igual que muchas de mis compañeras que se han convertido en mis amigas.
Una frase muy recurrente cuando alguna extrabajadora hablaba de ese centro es que no son agradecidas, yo no le debo nada a esa empresa, me han pagado por un trabajo realizado ni más ni menos. Y si hacemos cuentas en implicación adivinad quién saldría perdiendo. No sé si esto que hago abrirá alguna caja de pandora, no es algo que me importe, en este texto solo cuento verdades porque las he vivido al igual que otras que aquí no menciono también de humanidad cuestionable.
Para finalizar una última reflexión: me he dado cuenta que este mundo se está volviendo loco, me ha pasado algo increíble. He vuelto a trabajar en una escuela infantil y ¿sabéis qué? La mujer que lo fundó y la directora actual son buenas personas y todo funciona. ¿A dónde vamos a ir a parar?
Juana R.M. (Seño Juana)












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