Las medidas de seguridad por la pandemia han guiado este lunes la celebración del Día de la Fiesta Nacional, que ha sustituido el tradicional desfile militar a lo largo del Paseo de la Castellana por un reducido acto en la Plaza de Armas del Palacio Real. Con pocas unidades militares destacadas solo en Madrid -a excepción de La Legión- y con representantes del Suma, Samur o Protección Civil, que junto al Ejército siguen luchando contra la Covid. Frente a esta frugalidad militar, el acto ha congregado una elevada tensión política, la que han protagonizado en las últimas semanas miembros del Gobierno y representantes autonómicos, en ocasiones con el rey como agraviado.
El acto ha durado menos de una hora y ha discurrido según lo previsto. Se ha izado la bandera entre el himno nacional y salvas de honor, las unidades militares han desfilado por la Plaza de Armas, la Patrulla Águila ha sobrevolado el Palacio Real formando los colores de la bandera y la Legión ha conmemorado su centenario. El único acto de la Fiesta Nacional de este año ha homenajeado con el lema “El esfuerzo que nos une” a los cuerpos militares que han formado parte de la Operación Balmis y otros servicios civiles como el Samur, el Suma y Protección Civil por su labor para luchar contar la pandemia.
Todo esto ha ocurrido en el mismo lugar donde también se han congregado autoridades políticas que han sido protagonistas en las últimas semanas de tensos enfrentamientos institucionales. La tensión política ocupaba más espacio que los exiguos 527 militares que han desfilado por la Plaza de Armas en la reducida parada militar que ha presidido el rey y la Familia Real.
Un año más y también en formado reducido, un grupo de personas se han apostado el el exterior en la calle Bailén, para dar vivas al rey y gritar “Gobierno dimisión”. Podían oírse dentro de la Plaza de la Armería, donde políticos de distinto signo han aportado mucho más alto voltaje.
Empezando en la propia figura del monarca. Hace tres semanas, el Gobierno vetó la presencia de Felipe VI en la entrega de diplomas de los nuevos jueces en Barcelona y las críticas contra el Ejecutivo por este hecho fueron contestadas con críticas al rey ya la monarquía por parte. del vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, y del ministro de Consumo, Alberto Garzón.
Hoy tanto Iglesias como Garzón y los dos ministros de Podemos también estaban en la Plaza de Armas. Ataviado con el uniforme de capitán general del Ejército del Aire, Felipe VI ha saludado a la manera militar a los cuatro vicepresidentes y los ministros de Pedro Sánchez, entre quienes ese año han destacado desde el punto de vista estético el traje sastre de color morado que ha elegido para la ocasión la ministra de Igualdad, Irene Montero, y la mascarilla con el logo republicano de Iglesias. Sin intención política aparente, han llamado también la atención por poco habituales en estos actos las gafas de sol que ha lucido el ministro de Seguridad Social, José Luis Escriva, hasta el inicio de la ceremonia.
Uno a uno, los miembros del Gobierno han cumplimentado al rey -con una distancia mayor de lo habitual, de nuevo por la pandemia- pero lo han hecho con fórmulas y énfasis diferentes. Hay quien ha optado por inclinar la cabeza en señal de respeto y quien ha preferido llevarse la mano al corazón. Así lo han hecho los titulares de Interior, Fernando Grande-Marlaska, y de Transportes, José Luis Ábalos. Iglesias y los tres ministros de Podemos han permanecido inmóviles en su saludo al rey.
Frialdad entre Sánchez y Ayuso
El presidente del Gobierno también ha empleado la fórmula de la mano en el corazón para recibir a la Familia Real a su llegada a la Plaza de la Armería. Ha sido antes de que empezara el acto militar y poco después de otro momento de tensión política de la mañana. A su llegada y como manda el protocolo, esperaban a Pedro Sánchez la ministra de Defensa, Margarita Robles; el Jefe de Estado Mayor del Defensa (JEMAD), general del Ejército del Aire Miguel Ángel Virrarroya, y también l presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el alcalde de la capital, José Luis Martínez Almeida.
Era la primera vez que Sánchez y Díaz Ayuso se venían las caras desde la cumbre en la Real Casa de Correos, donde hace tres semanas acordaron una endeble “cooperación reforzada” para luchar juntos contra la Covid que terminó definitivamente el pasado viernes con la imposición por parte del Gobierno central del estado de alarma en la Comunidad de Madrid.
Entre el jueves y el viernes, presidente y presidenta hablaron por teléfono hasta tres ocasiones y este lunes la celebración Fiesta Nacional les ha dado la oportunidad de hacerlo en persona. Pero las imágenes han mostrado a dos personas sin ninguna intención de conversar y que se han esforzado incluso por evitar cruzar la mirada.. En su lugar, el peso de la conversación en este particular corrillo entre Sánchez, Robles, Ayuso y Almeida ha recaído en el JEMAD. No ha trascendido sobre qué les hablaba, pero el presidente del Gobierno y la presidenta de la Comunidad han centrado en él su atención para no tener que hablar entre sí.
Antes del inicio de la ceremonia se ha visto otra imagen relacionada con la tensión política en España. La vicepresidenta primera, Carmen Calvo, departía con el presidente del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes, que hace semanas colisionó con el Ejecutivo a cuenta de la ausencia del rey en Barcelona. Lesmes es también presidente del Tribunal Supremo, que debe decidir si imputa al vicepresidente Iglesias por el caso Dina.
La Fiesta Nacional también ha propiciado un acercamiento, físico al menos, en la tribuna de autoridades, entre Ayuso y la presidenta de Navarra, María Chivite, que este domingo anunció nuevas restricciones en la comunidad foral en una intervención en la que no escatimó en recados a la presidenta madrileña, a la que, como el Gobierno, echó en cara no tomar medidas contra la Covid que motivaron que el Gobierno de Sánchez haya terminado decretando el estado de alarma.








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