En noviembre se producirá un claro y rotundo rebrote del coronavirus. Es lo que se escucha estos días en buen número de ministerios.
Y el añadido es que, como consecuencia, volveremos a estar todos confinados otra vez, a semejanza de lo que que ha ocurrido estos últimos meses, desde mediados de marzo.
El hecho de que sea un estado de opinión generalizado, que se escucha igual en ámbitos de los altos cargos como entre los cargos medios y el personal de base, da a pensar que se trata de algo más que un simple comentario que va circulando por inercia. Da la sensación de que existe una fuente común, y por lo visto merecedora de crédito para esas personas.
Lo cierto es que la hipótesis de un recrudecimiento notable de la pandemia parece que es manejada en bastantes ámbitos. Uno de ellos, el de las fuerzas militares y de seguridad.
Tal como se ha contado en estas paginas, mandos de distintas unidades han transmitido a su subordinados la indicación de que tomen vacaciones únicamente en los meses de julio y agosto, con el fin de que a la vuelta del verano las plantillas se encuentren disponibles al completo.
¿Con qué fin se busca disponer de todos los efectivos a partir de septiembre? Por si en ese momento vuelve a ser necesario desplegarlos en misiones de vigilancia, de protección, de patrullaje…
Y esa es también la perspectiva que trazó un documento del Ejército de Tierra, adelantado en estas páginas, que analiza las expectativas del coronavirus en el inmediato futuro.
El llamado “Informe cualitativo predicción epidemia largo plazo” pronostica una segunda ola de Covid-19 al final del otoño. Es decir, en torno al ya comentado mes de noviembre.
Esa informe añadía que se tardará un año o año y medio en volver a la normalidad. Se supone que a la normalidad “normal”, la de antes, la de siempre, no a esa “nueva normalidad” que repite Pedro Sánchez y que suena como una amenaza.
En su alocución semanal, el presidente ha anunciado que el martes aprobará el Gobierno un real decreto con “normas para evitar rebrotes tras el estado de alarma”. De entrada suena bien. Lo que pasa es que, a continuación, uno cae en la cuenta de que el virus no hace caso a los reales decretos. Con papeles no lo van a parar.
La pregunta inmediata es: ¿cómo encajará le gente, el público, los españoles, la orden de volver a encerrarse en sus casas?
Y, más aún, cómo soportará nuestra castigada economía otra paralización como lo que se ha aplicado desde marzo a mayo, que nos ha dejado casi en la ruina?
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