Mientras luchamos por alcanzar esa anhelada inmunidad de grupo contra el covid-19, una enfermedad para la que todavía no existe vacuna, otras patologías que sí pueden ser prevenidas mediante la vacunación podrían estar reuniendo a sus soldados para aprovechar, precisamente, esa bajada en la inmunidad y atacarnos en cuanto bajen las temperaturas.
El confinamiento impuesto a los ciudadanos durante los meses de marzo y abril ha significado que muchos colectivos —incluidos niños menores de 15 meses, mujeres embarazadas o personas en grupos de riesgo— han dejado de acudir a sus centros de salud para recibir las vacunas marcadas en sus cartillas. Salvador Illa ha reconocido esta semana que durante los meses de marzo y abril «se ha producido un descenso en el número de dosis administradas de estas vacunas».
El departamento madrileño de Salud Pública, a través de su directora Elena Andradas, ha enfatizado también que este paréntesis en la inmunización, especialmente la vacunación temprana a los 2 y 4 meses de edad o la primera dosis de la triple vírica, «podría suponer una pérdida de la inmunidad comunitaria y por tanto, un resurgimiento de las enfermedades inmunoprevenibles».
«Estamos muy preocupados, en otros países la OMS está preocupada porque podría reaparecer la polio, aquí en España podrían regresar el sarampión, la tosferina o la enfermedad meningocócica», indica a El Confidencial Francisco Álvarez, coordinador del Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría. «Es muy importante que la gente pierda miedo a volver al centro de salud y se vacune de estas cosas».
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