De pronto todo se para, el tiempo, la mente, la actividad frenética, como si se hubieran detenido todos los relojes del mundo para obligarte a frenar. Es hora de analizar todo lo que te rodea como por ejemplo lo rico que has llegado a ser sin ser consciente ello. El amor incondicional que te tenían personas que ni esperabas y al descorrer las cortinas encontrar personas tan falsas que te halagaban pensando que te adoraban y resultaron ser meras sombras, sombras oscuras, egoístas, inhumanas, tan narcisistas que eran capaces de pisotear a cualquiera por realzar su propio ego, a las que no importabas lo más mínimo. Tristeza, decepción. Dura enseñanza de la vida totalmente innecesaria. Cuantos besos y abrazos dejamos en el aire pensando que habría tiempo suficiente de darlos y nunca llegaron…
Momentos de meditación, silencio y hermanamiento, de donde surge la empatía, la unión y la lucha por salir a flote juntos en este barco remando todos a una. Hora de ordenar cada cosita de nuestro cajón. Austeridad, humanidad, aprovechando cada segundo, cada trocito de vida, cada sonrisa, cada muestra de cariño, cada pedacito de pan duro, como haremos en esta receta, plato muy típico de la campiña jerezana a la que le he aportado mi toquecito especial.
INGREDIENTES:
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Tres dientes de ajo
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Medio pimiento verde
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Unos pimientos del piquillo
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5 tomates rojos maduros
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500 gr pan ( lo suyo es pan de campo o de telera pero con pan normal duro queda muy rico también)
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1200 ml de agua caliente
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Sal al gusto
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100 ml de AOVE (aceite de oliva virgen extra) podréis echar más o menos dependiendo el toque que le queráis dar.