A veces los hijos son muy desagradecidos con sus padres, incluso en su última etapa de su vida, cuando se esperaría de ellos una mayor capacidad de apreciar lo que sus padres hicieron para ellos.
Bien es cierto que hay padres que no han sido ejemplares, pero incluso los mejores padres, los que más han sacrificado por sus hijos, los que más han luchado por darles oportunidades que ellos mismos no tuvieron… También pueden tener hijos muy ingratos.
Para una madre que ha sacrificado mucho de su propia vida, que ha dado buen ejemplo a sus hijos, incluso llegando a dejar de lado sus propias vidas para dar paso a la de sus hijos, los hijos ingratos le son doblemente dolorosos. Es doloroso tener hijos desagradecidos y que con una sola llamada telefónica, se justifican.
Duele que tus hijos no te tomen en cuenta, ni viene a verlos o una tarde de paseo. A una madre todo esto le duele, mucho más cuando entra en cierta edad y las fuerzas flaquean y se sigue sin saber nada de esas criaturas preciosas por las que se vivió y desvivió.
Como madre produce una enorme alegría y satisfacción en la vida ver que a una hija le salgan alas, que se independice, y que tenga la educación por la que luchaste que tuviera. Una educación que le da más oportunidades de las que ella misma, la madre, tuvo. Todo ello es motivo de alegría y regocijo, pues es muestra de que tus sacrificios no fueron en vano.
Duele enormemente que esas alas que desarrollaron, en parte gracias a ti, puedan llevar a los hijos tan lejos que ni se asomen a preguntar cómo estás, y que cuando lo preguntan sea sin interés real sino simplemente por cordialidad con la madre.
Como madre, resulta duro descubrir que tu hija te dejó de lado, que pasa todo su tiempo con sus nuevas amistades y ni un fin de semana al mes pueda dedicarte. Duele ver que ahora, personas que ni conoces, son las que están para recoger las lágrimas de tu hija; que son ellos quienes la arropan cuando el mundo se viene abajo.
Y que no sólo ya no acuda a ti para buscar cobijo en estos momentos, sino que tampoco está para ti cuando las cosas te van mal.
El día que se marche esa madre, vendrá los llantos y los golpes de pecho. Y ya no hablamos de herencias.
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