Los diputados de la Cámara de los Comunes tomaron este lunes el control de la agenda parlamentaria para forzar el próximo miércoles una votación sobre un posible «plan B» para el Brexit, si bien la primera ministra, Theresa May, rehusó comprometerse a cumplir sus indicaciones.
Ante la falta de una mayoría que respalde el tratado de salida que ha negociado May con Bruselas, el Parlamento decidió por una diferencia de 27 votos modificar el orden del día del miércoles para convocar esa votación, una prerrogativa reservada habitualmente al Gobierno.
Un portavoz del Ejecutivo lamentó que el paso que ha dado la Cámara Baja altera el «equilibrio de las instituciones democráticas» y sienta un precedente «peligroso e impredecible».
La lista de opciones alternativas al plan de May que se someterá a votación no está aún decidida, pero previsiblemente incluirá vías como un segundo referéndum, una salida no negociada de la Unión Europea (UE), permanecer en el mercado único o cancelar el Brexit.
Tampoco se conoce aún el mecanismo con el que se celebrará la votación. Los diputados podrían pronunciarse sobre cada una de las opciones, o bien podría diseñarse un sistema en el que elegirán diversas propuestas por orden de preferencia.
El resultado no será, en cualquier caso, vinculante para el Gobierno, si bien agregará presión sobre la primera ministra, que continúa conjurada para reunir los apoyos necesarios a su acuerdo antes de que termine esta semana.
Durante el debate de este lunes, la mandataria conservadora aseguró que no entregará un «cheque en blanco» al Parlamento y se mostró «escéptica» sobre la utilidad de la votación del miércoles.
La semana pasada, sin embargo, criticó en un discurso a los diputados por haber hecho «todo lo posible hasta ahora por evitar tomar una decisión» sobre el Brexit y limitarse a indicar las opciones que no aceptan.
Minutos antes de la votación de hoy, tres secretarios de Estado dimitieron de su cargo para posicionarse en contra del Gobierno y respaldar la enmienda.
May admitió este lunes que aún no cuenta con el respaldo necesario para ratificar el tratado de salida que ha pactado con la UE, rechazado ya en dos ocasiones por amplia mayoría en los Comunes, pero insistió en que sigue negociando con los «tories» euroescépticos y el norirlandés Partido Democrático Unionista (DUP).
Uno de los cabecillas de la facción euroescéptica de los conservadores, Jacob Rees-Mogg, ha comunicado a sus compañeros que está dispuesto a modificar su postura y apoyar el pacto si primero lo hace el DUP, según han revelado medios británicos.
Los norirlandeses, sin embargo, se limitaron a constatar hoy que su posición, contraria al tratado, «sigue sin cambios».
Otros líderes del ala «tory» euroescéptica, entre ellos los exministros Boris Johnson y David Davis, se reunieron este lunes para valorar sus acciones en los próximos días.
Según la BBC, algunos de ellos votarían a favor del pacto de May si la primera ministra acepta dimitir una vez superado el trámite, lo que facilitaría que otro miembro del Partido Conservador tomara las riendas de las futuras negociaciones sobre la relación comercial bilateral entre Londres y Bruselas.
La jefa de Gobierno mantiene al mismo tiempo contactos regulares con la oposición. El «número dos» del Partido Laborista, Tom Watson, aseguró esta semana que respaldaría el acuerdo de May si el Gobierno se aviene a condicionar su ratificación final a un nuevo referéndum.
May cuenta con un plazo hasta el 12 de abril para tratar de que el Parlamento vote a favor del pacto. De lo contrario, el Reino Unido romperá con la UE de forma no negociada, o bien se verá obligado a pedir una nueva prórroga, lo que implicaría que el país participaría en las elecciones europeas de mayo.
La primera ministra ha descartado hasta ahora cualquier extensión más allá de mayo. Este lunes se volvió a mostrar contraria a esa opción, pero admitió que es una vía posible y la bautizó como un «brexit’ lento».
Alejó al mismo tiempo la posibilidad de que el Gobierno permita un divorcio no negociado con Bruselas, un escenario que según el Banco de Inglaterra desencadenaría una recesión económica en el Reino Unido.
El Parlamento votó hace dos semanas en contra de una ruptura abrupta y May solo la considerará, aseguró hoy, si una mayoría de diputados cambia de idea.