El Atlético de Madrid completó su avance a los octavos de final de la Liga de Campeones en sólo un minuto y medio, la rapidez con la que marcó el 1-0 y fulminó al Mónaco en el Wanda Metropolitano; un paseo sin exprimirse más que lo justo hacia la siguiente ronda con goles de Koke y Griezmann (2-0).
Una victoria previsible, indudable siempre a lo largo del partido, con los dos tantos concentrados en los primeros 25 minutos y en dos de las tres primeras ocasiones del equipo rojiblanco, pero también con una arriesgada relajación, que incluyó un penalti fallado por Falcao, en su reencuentro; la expulsión de Savic y unas cuantas ocasiones de su adversario en el tramo final del choque.
Aun así, nunca, probablemente, el Atlético se encontrará un partido en la Liga de Campeones tan cómodo. Ni tampoco tan tranquilo para los 56.314 espectadores reunidos en el Wanda Metropolitano. El Mónaco es un rival menor esta temporada. No queda ni rastro de aquel que ganó la Liga de Francia o que alcanzó las semifinales del torneo europeo hace dos años. Y lo único que persiste, Falcao, estaba en el banquillo, reservado por Henry para aliviar la crisis en la Liga.
Sin jugarse apenas nada, devorado por las bajas -hasta trece-, consciente de que su tensión debe concentrarse en su campeonato, en el que está penúltimo, era un adversario casi vencido desde el principio y doblegado invariablemente al minuto y medio, sin fortuna, quizá, pero con el 1-0: Koke tiró desde fuera del área, rebotó en el juvenil Badiashile, descolocó a Benaglio… Y gol.
Si había alguna mínima duda residual de la clasificación del Atlético -sólo dos derrotas en las dos jornadas le dejaban fuera de octavos-, no quedó ninguna después de ese momento, que condicionó todo lo posterior del partido, jugado desde la certeza de que el triunfo y los goles, salvó sorpresiva caída, era cuestión de tiempo.
El equipo rojiblanco, superior sin discusión, ni siquiera necesitó apretar el acelerador, rebajado de la tensión del 0-0 o de un duelo mucho más complejo, para manejar como y cuando quiso el partido, sin exprimirse nada más que lo justo, sabedor de que habrá todos los próximos retos exigirán mucho más que este miércoles.
Ni siguiera cuando el balón fue del Mónaco, cuando permitió algún contragolpe del equipo del Principado, el Atlético sintió entonces ningún tipo de apuro real -luego sí-, menos aún con el 2-0, cuando Correa entró en el área rival casi como si fuera la propia. Hábil en el desborde, beneficiado por el resbalón de Jemerson, regaló el 2-0 a Griezmann.
El francés, que ha participado en 20 (15 goles y 5 asistencias) de los últimos 24 goles de su equipo en la ‘Champions’, esperaba solo en el borde del área pequeña el pase atrás del argentino, de vuelta al once titular, en el que hubo descanso para Saúl Ñíguez, en el que aún no aparece Vitolo -tampoco Kalinic, a pesar de la baja de Diego Costa- y en el que sigue Lemar aún a la búsqueda de su nivel.
El extremo galo irrumpió en el Atlético a toda velocidad, pero, tres meses después de la Supercopa de Europa, continúa por debajo de las expectativas. En una ocasión para reafirmarse, después del tono decepcionante de los últimos encuentros, se quedó sólo en algún detalle, en un golpeo de falta y poco más, lejos aún del talento que tiene y aguarda su equipo. En el minuto 61 fue cambiado por Kalinic.
En la competencia por un extremo mantiene su ambición Correa, hoy de delantero y protagonista del 2-0 como asistente, e insiste desde hace semanas Vitolo, al que Simeone le dio toda la segunda parte -el técnico reemplazó a Koke con vistas a la visita dominical a Girona-, en un duelo, eso sí, ya con todo aparentemente decidido.
En él también apareció ya Radamel Falcao. Suplente de inicio, entró al campo en el minuto 54, aclamado por la grada. Nadie olvida su sensacional paso por el equipo rojiblanco entre 2011 y 2013, sus 70 tantos en 91 partidos, sus exhibiciones en la final de Bucarest, en la Supercopa de Europa con el Chelsea, en el Vicente Calderón…
Suyas fueran las dos mejores ocasiones de todo el partido del Mónaco. La primera, al poco de entrar al campo, con un remate a la media vuelta al que le faltó dirección, a las manos de Oblak; la segunda, ya dentro de los diez minutos finales, en un penalti que supuso la expulsión por doble amarilla de Savic. Lo mandó fuera.
Para entonces, el Atlético ya transmitía síntomas evidentes de relajación, demasiados quizá para un partido ‘sólo’ con 2-0 en el marcador y excesivos para cualquier rival, incluido el Mónaco, aunque ni así fue capaz de reabrir la discusión de la victoria y la clasificación para los octavos de final del conjunto madrileño.