Testigos presenciales han relatado este miércoles que una madre que murió anoche en la riada de la localidad mallorquina de Sant Llorenç logró salvar a su hija de 8 años, pero no a su hijo de 5 años, que está siendo buscado desde entonces por los equipos de rescate que trabajan en la zona del Llevant de Mallorca. Según este trágico relato, la mujer, cuya identidad no se ha hecho pública, iba en su coche con sus dos hijos cuando le sorprendió la riada y vio cómo el nivel del agua subía con gran celeridad.
Rápidamente, logró sacar del coche a su hija, pero no al pequeño, que en estos momentos está desaparecido. El cadáver de la madre ha sido encontrado en el interior del automóvil. De igual modo, se apunta que otra mujer en la misma zona que viajaba con una niña consiguió salir del vehículo y salvar su vida amarradas a un árbol hasta que la Guardia Civil la rescató. Precisamente una patrulla de la Benemérita se jugó la vida para sacar a una pareja del interior de una casa. Los introdujeron en el vehículo policial a través de la ventana.
La riada arrastró a muchos coches que han quedado destrozados, con los cristales rotos y que están llenos de ramaje y piedras.
La Unidad Militar de Emergencias (UME) está rastreando todo el recorrido a lo largo del torrente desbordado de Sant Llorenc, de 7 kilómetros de extensión, hasta su desembocadura en el mar.
«Es solamente material, pero hay gente que lo ha perdido todo»
Mauricio, distribuidor mayorista de piezas mecánicas de embarcaciones, limpia con calma su almacén embarrado junto al torrente de Sant Llorenç des Cadassar sin quejarse por los daños y piensa en sus vecinos: «Es solamente material, pero hay gente que lo ha perdido todo».
Holandés afincado en Mallorca desde hace 11 años, insiste en su suerte y se compadece de quienes han perdido familiares y amigos. «Otros han muerto», dice.
Al otro lado de la calle enfangada, la ecuatoriana Ángela permanece con los brazos en jarra en medio de la panadería que regenta desde hace 12 años. Varios hombres la ayudan arrojando fuera del local muebles y neveras.
Cuando se produjo la «torrentada» estaba en Manacor, y hasta esta mañana no ha podido comprobar que había perdido todo el contenido de su establecimiento. «Está todo destrozado», explica marcando el nivel al que llegó el agua, que superó los 150 centímetros de altura.
Otro negocio del pueblo que no resultó dañado acentúa hoy su función social. Es el bar Sa Verga, cerca de la plaza de la iglesia. Sus dueños cuentan a los parroquianos que su casa no ha sufrido daños, pero su coche fue arrastrado por la riada.
En un momento en que la televisión muestra imágenes del torrente captadas por vecinos en la tarde de ayer, Magdalena, tras la barra, exclama: «Mira, ahí va mi coche», «lo tenía en el taller y no pude ir a recogerlo».